miércoles, 28 de noviembre de 2012

Yo.







Me gusta viajar.
Me gusta volar.
Me gusta soñar despierta.
Me gusta soñar dormida.
Me gusta la niebla.
Me gusta el sol.
Me gusta ver la vida a través de un visor.
Me gusta hablar contigo.
Me gusta reír por cosas absurdas.
Me gusta que formes parte de mi vida.
Me gustan los baños de espuma.
Me gustan los pasteles.
Me gusta que las canciones hablen de mi.
Me gusta andar descalza.
Me gusta acariciar.
Me gusta provocarte.
Me gusta la hora de salir del trabajo.
Me gusta observar a la gente.
Me gustan las cosas pequeñas.
Me gustan las cosas grandes.
Me gusta que me llames.
Me Gusta estar sola.
Me gusta saber que existes.
Me gusta ver pelis antiguas.
Me gustan los cucuruchos de castañas calentitas.
Me gustan las sonrisas.
Me gusta descubrir lugares repletos de gente que los ignoran.
Me gustan las miradas complices.
Me gustan los besos interminables.
Me gusta que estés cerca.
Me gusta el algodón de azúcar.
Me gusta saber que algún día te conoceré...

viernes, 16 de noviembre de 2012

Descartes

Descartes, no René, es el peor enemigo de los negativos. Nuestra materia gris el ejecutor, lanzador de procesos con estructuras complejas que examinarán miles de caminos y posibilidades en fracciones de segundo, para obtener un veredicto, me gusta, o no;

Los ganadores podrán ser mostrados y puestos a prueba en otras estructuras cerebrales, para obtener un veredicto, coincidente o no con el original; Normalmente se escribiría sobre los 'me gusta', pero por algún otro extraño proceso que habita en mi, siempre he tenido interés por los malos no tan malos, los 'no me gusta', así que me centraré en estos, los descartes.

Los perdedores de la selección cerebral, condenados al fracaso, pasarán a ser una combinación de bits con dos salidas, la muerte o la cadena perpetua. La muerte del material binario no me suscita ningún genero de debate interesante, más allá de los métodos esotéricos (para los neófitos) de borrado sobre un soporte magneto-óptico.

Los negativos sentenciados a cadena perpetua quedaran encerrados de por vida en lo hondo de carpetas de carpetas, allá donde no llega la luz, allá donde tardarán a tener la posibilidad de tan solo ser listados para un posible visionado, son muertos en vida, bits zombis; Estos entrañables millones de bits que la mayoría guarda, se han convertido en una patología de Diógenes tecnológica, que se ve multiplicada con el virus de la copia de seguridad.

Murphy diría que si haces copia de seguridad, la vas a necesitar. Y si no la haces, pues no. Ese cabrón de Murphy podría haber sido un poco más explicito, dar algo mas de información, algo tal que... Murphy diría que si haces copias de seguridad de tus bits zombis porque tienes miedo a sufrir una desgracia, te van a reventar la puerta, entrar en casa, robarte los discos duros y ya puestos te van a birlar todo lo que entre dentro de una maleta y sea vendible en el EBay. Y no contento con todo eso, perderás tiempo y dinero en pelearte con tu agente de seguro (zombi) hasta sentirte estafado y abandonado.

"Madre, mañana voy a casa a recoger la carcasa aquella azul (disco duro lleno de bits zombies) que te deje hace unas semanas"

"Muy bien hijo, ¿que quieres para comer?"

Fueron duros momentos hasta que pude tener entre manos la carcasa azul para volver a replicar bits zombis, hasta que pude contaminar otro disco duro con carpetas como “Julio 2010”, “Oporto 2012” … hasta que no enterré en la oscuridad de las carpetas archivos como “DSC8312” o “DSC8523”.


A estas alturas de la disertación de los bits zombis me gustaría contar con la opinión de René, pero como de todos los que se han ido, hasta ahora nadie ha vuelto del mas allá, me tendré que conformar con dejar lo que fue un descarte de Castells , una excusa para escribir la entrada, ¿o fue al revés?


viernes, 9 de noviembre de 2012

Castells

La humanidad siempre ha tenido la necesidad de proyectarse hacia arriba, ya sea en el plano espiritual como en el material a través de diferentes expresiones culturales e ingenios de todo tipo. Una de las que me parece más fascinante ya sea por proximidad cultural y geográfica son las torres humanas llamadas Castellers (Castillos). Estas construcciones humanas levantadas con el esfuerzo de un conjunto de personas pueden extrapolarse metafóricamente a la construcción y desarrollo de una sociedad moderna actual. En estas estructuras humanas encontramos ciertos elementos que de manera simbólica tienen su paralelismo en la sociedad, como la base llamada "Piña" que refuerza la construcción y le da apoyo, la base y el tronco por el que van subiendo los integrantes de los pisos, y, finalmente el "enxaneta" la labor del cual es llegar hasta arriba del todo y coronar el castillo que es uno de los objetivos comunes a alcanzar, si consiguen desmontarlo sin que la estructura se derrumbe el éxito es total.


Para que el "enxaneta" pueda alzar el brazo en la cumbre es necesario que todos y cada uno de los que están debajo aporten su máximo esfuerzo, concentración y sentido de equipo para alcanzar el objetivo propuesto. También es necesario por parte de los integrantes tener un cierto grado de confianza y compromiso para alcanzar el objetivo común, y como no, generosidad, para ayudar al que le cuesta subir sin pedir nada a cambio. En estos grupos de Castellers (Creadores de castillos) se puede ver a primera vista una gran integración social, encontramos a personas de todas las edades, hombre y mujeres de diferentes religiones y posición social, un punto que supuestamente seria lo ideal en cualquier sociedad moderna actual, pero creo que hay en nuestra estructura social un exceso de "enxanetas" gordos y opulentos ansiosos de estar en la cima que aplastan toda la estructura y no la dejan crecer. Los Castellers son un ejemplo vivo de esfuerzo y trabajo en equipo, pero por lo que vemos en nuestra sociedad, las altas finanzas y concretamente en la política, los ciudadanos difícilmente pasaremos de la base. Aunque hay muchos que sí aportan su esfuerzo y contribuyen a que vayamos avanzando poco a poco en la construcción de la sociedad.


Texto: Xavier Sánchez.
Fotos: Carlos Bueno, Xavier Sánchez.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Whatsapp

Todavía no se si el whatsapp es un invento bueno o malo. Bueno. Es nuevo. Es bueno. ;) En mi entorno laboral se usa mucho. Para el trabajo. Sirve para que podamos comunicarnos profesionales que compartimos un edificio inmenso y que estamos todo el día moviéndonos por el. Gracias al whatsaap podemos enviarnos fotografías de úlceras, radiografías o el resultado de un análisis. Incluso pode
mos sugerir exploraciones, preguntar sobre síntomas o proponer tratamientos. Estoy seguro que no tardará demasiado en aparecer un editorial en el New England sobre el invento. Todo lo que permite el whats se puede hacer por teléfono. Mmmm. Todo no. Y, además, es gratis. Previo pago de la tarifa de datos. Claro.
También está el uso social. La cumbre son los grupos. Los antiguos alumnos de la Uni. Los de las fotos. Los de ahora. La familia. A veces los grupos se desmadran. Un amigo, profesor de Bellas Artes, comentó que un alumno le mostró que durante la hora de su clase había recibido ¡100! whatsapp. :)
A veces puede ser demasiado intrusivo. Suena cuando estás a punto de dormirte. En el coche. O cuando tienes las manos pringadas de preparar hamburguesas para la cena.
Luego esté el tema de las no respuestas. Mandas whats esperando que te contesten. Y nada. Aparecen las dos rallitas. Recibido. Compruebas que SI ha entrado a ver el mensaje. Pero no hay respuesta. Con lo fácil que es enviar un simple OK o un emoticono. Pero el receptor no desea seguir con la conversación. La corta. No está enfadado ni te ignora. Simplemente está haciendo otra cosa. En la mayoría de las ocasiones. ;)
Algunos o algunas, tal vez hacen un uso excesivo. Conozco una Resi que se conecta entre visita y visita. Incluso, a veces, durante la visita. Ya no digo a la hora de comer o durante la sesión. Y en el ascensor. Mientras camina por el pasillo… En realidad, si miramos a nuestro alrededor siempre hay alguien que esté whatsappeando. Con coger un día el metro se comprueba.
El tema espía. ¿Con quién estada whatsappeando mi pareja a estas horas desde la cocína? Debe faltar poco para que mi hermana, abogado que, entre otras cosas se dedica a divorcios, presente algún whatsapp en un juicio. Si no lo ha hecho ya.
Porque lo malo, o tal vez bueno, del whatsapp es que se pueden conservar las conversaciones. Y releerlas. Útil en el tema profesional y resbaladizo en otros asuntos.
Posiblemente, la soledad del whatsappeador le anima a decir cosas que no diría con palabras, frente a su interlocutor. Y eso, precisamente, hace grande la herramienta. Establece una nueva forma de comunicación. Nueva. Y por eso, buena.

P.D. Ya se que algunos y algunas estáis pensando en como sacaré una foto para ilustrar el blog. Va a ser complicado. A ver si me pasan algo por whatsapp. :)






jueves, 1 de noviembre de 2012

La niebla, el puente y yo



LA NIEBLA, EL PUENTE Y YO
( Una historia imaginada sobre una foto de Rosa Blanco)


            La radio se puso en marcha a las 8 como de costumbre, pero yo estaba despierto, llevaba ya horas sin pegar ojo, los números del reloj de mi mesita los veía pasar como el que pasa las hojas de un libro interesante.
            Mi mente era una locomotora de pensamientos, ni buenos ni malos , sólo confundibles entre sí, lo que era bueno al momento ya no lo era, lo que me apetecía, después lo rechazaba.
            Debía de salir, las paredes se estrechaban para presionarme y el techo se bajaba para aplastarme. Mi nevera esta vacía pero daba igual pues mi estomago no tenia sensación de hambre. Una ducha me vendría bien para despejarme y con agua fría mejor. Era diciembre y en Valladolid la temperatura del agua no estaría por encima de los siete grados. Al abrir el grifo mi piel se encogió y mi vello se quejó, pero yo aguanté como cinco minutos. Terminé de vestirme me puse el abrigo negro de franela, mi gorra y el bolso donde sueño llevar mis cosas.
            Al salir del portal, la niebla golpeó mi cara como un impacto envolvente y cegador, la luz blanca de la bruma impedía ver mas allá de la acera. Parecía que estaba caminando entre las nubes, pero tocando suelo firme.
         Como no quería ir a ningún lugar, me dejé llevar por mis piernas aleatoriamente  a donde ellas quisieran llevarme. Caminando con precaución para no colisionar con ningún transeúnte fui atrapando metros con el tiempo. Llegué al Puente de Poniente y frené, giré mi cuerpo a la derecha y me apoyé contra la barandilla. Miré hacia abajo, ignoro cuantos metros tiene de alto, no muchos, pero lo suficiente como para matarme o quedarme invalido si me lanzara al vacío.
        Allí quedé no se cuanto tiempo, me daba igual no pensaba mirar el reloj, sólo estaba pendiente de como quitarme esa lucha de pensamientos que batallaban  en mi cabeza  unos contra otros.
          Dejarme caer, podía ser una solución feliz, una solución que acabara con mis reflexiones rápidamente. Levanté una pierna sobre la barandilla, después la otra. Me quedé sentado sobre ella dejando mi cuerpo vislumbrando el suelo por donde pasaba algún transeúnte que ignorándome miraban de reojo.
     Yo aguantaba, me sentía cómodo, parecía mas liberado, mi cuerpo empezaba a reaccionar positivamente. Levanté el rostro para ver el infinito, pensando que sólo vería el cuerpo volátil de la bruma, pero ya se deslumbraban los edificios próximos, la catedral y el Pisuerga.
Me quedé como aletargado deleitando la transformación que el paisaje iba experimentando por minutos.    De la suavidad de las formas a las duras luces y oscuras sombras. El sol estaba fuera, radiante, poderoso y yo colgado de un puente como un suicida cualquiera.
            De repente me di cuenta de la situación , intento pensar y puedo, intento organizar mi mente y puedo, pienso donde estoy y salto de un fuerte impulso hacia atrás, a la acera de donde empecé a caminar bajo el sol.
            Voy ligero, alegre, intuitivo, contento, vigoroso, seguro de mi mismo, con las ideas claras. La oficina donde trabajo, hace 3 horas que han empezado, saludo a mis compañeros y a la pregunta sobre mi tardanza la respuesta fue directa ,fue  la niebla.

Texto Xavier Ferrer Chust
Foto de Rosa Blanco