jueves, 1 de noviembre de 2012

La niebla, el puente y yo



LA NIEBLA, EL PUENTE Y YO
( Una historia imaginada sobre una foto de Rosa Blanco)


            La radio se puso en marcha a las 8 como de costumbre, pero yo estaba despierto, llevaba ya horas sin pegar ojo, los números del reloj de mi mesita los veía pasar como el que pasa las hojas de un libro interesante.
            Mi mente era una locomotora de pensamientos, ni buenos ni malos , sólo confundibles entre sí, lo que era bueno al momento ya no lo era, lo que me apetecía, después lo rechazaba.
            Debía de salir, las paredes se estrechaban para presionarme y el techo se bajaba para aplastarme. Mi nevera esta vacía pero daba igual pues mi estomago no tenia sensación de hambre. Una ducha me vendría bien para despejarme y con agua fría mejor. Era diciembre y en Valladolid la temperatura del agua no estaría por encima de los siete grados. Al abrir el grifo mi piel se encogió y mi vello se quejó, pero yo aguanté como cinco minutos. Terminé de vestirme me puse el abrigo negro de franela, mi gorra y el bolso donde sueño llevar mis cosas.
            Al salir del portal, la niebla golpeó mi cara como un impacto envolvente y cegador, la luz blanca de la bruma impedía ver mas allá de la acera. Parecía que estaba caminando entre las nubes, pero tocando suelo firme.
         Como no quería ir a ningún lugar, me dejé llevar por mis piernas aleatoriamente  a donde ellas quisieran llevarme. Caminando con precaución para no colisionar con ningún transeúnte fui atrapando metros con el tiempo. Llegué al Puente de Poniente y frené, giré mi cuerpo a la derecha y me apoyé contra la barandilla. Miré hacia abajo, ignoro cuantos metros tiene de alto, no muchos, pero lo suficiente como para matarme o quedarme invalido si me lanzara al vacío.
        Allí quedé no se cuanto tiempo, me daba igual no pensaba mirar el reloj, sólo estaba pendiente de como quitarme esa lucha de pensamientos que batallaban  en mi cabeza  unos contra otros.
          Dejarme caer, podía ser una solución feliz, una solución que acabara con mis reflexiones rápidamente. Levanté una pierna sobre la barandilla, después la otra. Me quedé sentado sobre ella dejando mi cuerpo vislumbrando el suelo por donde pasaba algún transeúnte que ignorándome miraban de reojo.
     Yo aguantaba, me sentía cómodo, parecía mas liberado, mi cuerpo empezaba a reaccionar positivamente. Levanté el rostro para ver el infinito, pensando que sólo vería el cuerpo volátil de la bruma, pero ya se deslumbraban los edificios próximos, la catedral y el Pisuerga.
Me quedé como aletargado deleitando la transformación que el paisaje iba experimentando por minutos.    De la suavidad de las formas a las duras luces y oscuras sombras. El sol estaba fuera, radiante, poderoso y yo colgado de un puente como un suicida cualquiera.
            De repente me di cuenta de la situación , intento pensar y puedo, intento organizar mi mente y puedo, pienso donde estoy y salto de un fuerte impulso hacia atrás, a la acera de donde empecé a caminar bajo el sol.
            Voy ligero, alegre, intuitivo, contento, vigoroso, seguro de mi mismo, con las ideas claras. La oficina donde trabajo, hace 3 horas que han empezado, saludo a mis compañeros y a la pregunta sobre mi tardanza la respuesta fue directa ,fue  la niebla.

Texto Xavier Ferrer Chust
Foto de Rosa Blanco

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