Y la ola avanza, no bajo el estrépito de la tormenta, sino de una banda sonora que lentamente pasa del ritmo de los tambores al caos de pitos y cánticos, como una radio a la que con parsimonia se le revisan los tesoros que esconde su dial.
Y al final de su camino la ola rompe contra la escollera y se disuelve. Movimiento mil veces repetido, nada nuevo bajo el sol, piensan los de arriba. Habrá más y pasarán. Pero las formas del mundo se han forjado de esta manera, y no hubo piedra tan resistente que quedara en su lugar.