domingo, 26 de mayo de 2013

Nacer pobre


Joder. Joder y joder. No pensaste nunca que las cosas pudieran ir tan mal. Una infancia de miseria en el Pakistan natal. Vida en una media casa. Las calles llenas de barro. Una escuela mínima para aprender un par de cosas. A los 10 años trabajando para hacer camisas. El encargado siempre chillando. ¡Azotes!
A los 16 alguien te habla de marchar a Europa. Ahorras los dos mil ni se sabe como. A los 24, ya casado y con tu hija, tomaís el vuelo. A Paris.
Un barrio del sur. Un trabajo duro en el mercado de abastos. Cargar con esas terneras tan grandes durante ocho horas.
La niña crece. Va a la escuela. Aprende.
Te duele tanto la espalda que ya no sabes si podrás continuar. Tienes 40 ya.
Mahin te dice: Ves a España. Ahi están bien. Monta tu negocio.
Sigues ahorrando. Llegas a Barcelona en el 2007. Te ayudan a buscar el local. Un pequeño lugar en la calle Aribau. "El millor preu", le llamas. Un colmado donde vendes un poco de todo. Abierto desde las 10 de la mañana hasta las 11 de la noche. Todos los días. Tu mujer te ayuda a cubrir las horas. La niña, que ya no es para nada niña, está estudiando para ser fisioterapeuta.
Parece que la vida va bien. Hay sonrisas. Por la noche. El único momento para el descanso.
Pero en el 2009 algo se tuerce. No sabes que pasa. Los clientes bajan. Vendes menos.
Esa gente alegre que pasaba a última hora a comprar bebidas y algo para comer ya no viene.
En el 2011 todo es peor. En la calle de arriba han abierto un supermercado, de cadena, que hace el mismo horario bestia que el tuyo.
Casi nadie entra ya en tu tienda.
Hace un par de meses que has colgado un cartel para traspasar el negocio.
Nadie está interesado. Ya te ves bajando la persiana, un día.
Y no volver.
Y ya no saber que hacer.
Joder. Joder y joder.
Esta vida no es para los que nacimos pobres.

jueves, 23 de mayo de 2013

Final de ciclo.


Hace apenas unos minutos que hemos llegado a casa. Tras asistir a la ceremonia de final de bachillerato en el colegio de Marta. Daniel terminó el año pasado.
Los diferentes oradores se han referido, entre otras cosas, al final de una etapa y al inicio de otra.
Esa sensación también la tenemos los padres.
Nuestros hijos entraron con 2 años y han salido con 18. Siempre en la misma escuela.
Cuando buscábamos colegio esperábamos encontrar un modelo educativo que defendiera tres valores.
Formar personas con espíritu crítico, para mejorar la sociedad.
Capaces de pensar y decidir por ellos mismos, que es la clave de la felicidad
Y que valoraran la cultura del esfuerzo. No para competir contra otros. Pero si para competir contra ellos mismos.
Creo que nuestros hijos han incorporado estos valores.
A partir de ahí, han de construir los suyos. Los hijos son prestados.

Permitidme terminar esta nota biográfica con una fotografía con Marta.